lunes, 27 de noviembre de 2017

XVIII Encuentro de Economías Regionales



La Cátedra Abierta Plan Fénix nos invita a participar del seminario “La planificación del desarrollo territorial en la Argentina contemporánea” en el marco del XVIII Encuentro de Economías Regionales que se llevará acabo el día 6 de diciembre en la Facultad de Ciencias Económicas-UBA (Av. Córdoba 2122, CABA. Aula 10 PB) de 9 a 20 horas; con entrada libre y gratuita.

 

Telxínoe: Moebius (1938 - 2012)

Jean Giraud “Moebius” (8 de mayo de 1938 - 10 de marzo de 2012), fue un historietista e ilustrador francés, que revolucionó la historieta de ciencia ficción de los años 70 y principios de los 80.

James Marshall “Jimi” Hendrix (27 de noviembre de 1942 - 18 de septiembre de 1970) fue un guitarrista, cantante y compositor estadounidense, es considerado uno de los guitarristas más influyentes de la historia del rock.

Jimi Hendrix por Moebius

En los años 80 Moebius dibuja un retrato de Jimi Hendrix usando como modelo una foto del fotógrafo Jean-Nöel Coghe, quien conoció al guitarrista durante los años 60; la no mención del autor de la foto -que inspiró el dibujo- hizo que Coghe llevara a cabo una demanda judicial contra el dibujante; luego de años de pleitos, ambos se conocen y como resultado surge un libro bellísimo: Émotions Életriques, que  relata la amistad del fotógrafo con el guitarrista y contieme maravillosas ilustraciones de Moebius. Estas son alguna de ellas.








https://twitter.com/HoracioAltuna
https://www.taringa.net/posts/arte/20071027/Jimi-Hendrix-por-Moebius.html

jueves, 23 de noviembre de 2017

Voces en el Fénix N° 65

Durante el transcurso de esta semana, se publicó en la web el último número de la Revista Voces en el Fénix, Busco mi destinosobre la política universitaria. 

Como sabemos la revista es una publicación del Plan Fénix, este y todos los números anteriores pueden consultarse y descargarse en forma gratuita en el siguiente link:  Voces en el Fénix.



miércoles, 22 de noviembre de 2017

1949 - Gratuidad de la Enseñanza Universitaria - 2017

El 22 de noviembre de 1949, cuando se promulgó el Decreto N° 29.337 de Supresión de Aranceles Universitarios, firmado por el entonces Presidente Juan Domingo Perón, los estudiantes universitarios ganabamos un derecho que perdura hasta nuestros días.

La disposición configuró un avance histórico en la concreción de muchos de los lineamientos proclamados por la Reforma Universitaria de 1918 -próxima a celebrar su primer centenario-, propiciando la movilidad social ascendente de vastas capas de la población, en el marco de principios democráticos, de justicia social y calidad académica.

El Día de la Gratuidad de la Enseñanza Universitaria fue aprobado por Ley 26.320 en 2007, como una fecha para reafirmar el compromiso público con uno de los pilares que distinguen en el mundo al sistema universitario argentino.



Para reflexionar: Cómo priorizar tareas


lunes, 20 de noviembre de 2017

Telxínoe: Isaac Asimov II

En una entrevista realizada en 1988 en un programa televisivo, Asimov plantea su visión sobre el futuro de la educación: Plantea que en el surgimiento de la educación existía una relación uno a uno entre un profesor como fuente de información y el alumno tutelado como consumidor de esa información. Luego puntualiza que con la educación masiva se generó la estructura un profesor para muchos. Entre estos modelos de relación uno a uno para pocos o relación de uno a muchos para la mayoría, Asimov prevé un tercer modelo en el que todos puedan tener un profesor en la forma de acceso al vasto conocimiento de la especie humana. El escritor sostiene que existirá un modelo de educación uno a uno cuando cada chico en su casa pueda de modo complementario a la escuela contar con una computadora y así investigar sobre lo que él esté interesado en saber, un lugar donde pueda hacer todas la preguntas que quiera, a su velocidad, a su propio ritmo, porque en definitiva todos somos diferentes. De este modo, se podrá disfrutar el aprender. 

De esta manera, Isaac Asimov esta vaticinando la utilización de internet en el aprendizaje educativo.
 
Cuánto se divertían

Margie lo anotó esa noche en el diario. En la página del 17 de mayo de 2157 escribió: “¡Hoy Tommy ha encontrado un libro de verdad!”.
Era un libro muy viejo. El abuelo de Margie contó una vez que, cuando él era pequeño, su abuelo le había contado que hubo una época en que los cuentos siempre estaban impresos en papel.
Uno pasaba las páginas, que eran amarillas y se arrugaban, y era divertidísimo ver que las palabras se quedaban quietas en vez de desplazarse por la pantalla. Y, cuando volvías a la página anterior, contenía las mismas palabras que cuando la leías por primera vez.
-Caray -dijo Tommy-, qué desperdicio. Supongo que cuando terminas el libro lo tiras. Nuestra pantalla de televisión habrá mostrado un millón de libros y sirve para muchos más. Yo nunca la tiraría.
-Lo mismo digo -contestó Margie. Tenía once años y no había visto tantos telelibros como Tommy. Él tenía trece-. ¿En dónde lo encontraste?
-En mi casa -Tommy señaló sin mirar, porque estaba ocupado leyendo-. En el ático.
-¿De qué trata?
-De la escuela.
-¿De la escuela? ¿Qué se puede escribir sobre la escuela? Odio la escuela.
Margie siempre había odiado la escuela, pero ahora más que nunca. El maestro automático le había hecho un examen de geografía tras otro y los resultados eran cada vez peores. La madre de Margie había sacudido tristemente la cabeza y había llamado al inspector del condado.
Era un hombrecillo regordete y de rostro rubicundo, que llevaba una caja de herramientas con perillas y cables. Le sonrió a Margie y le dio una manzana; luego, desmanteló al maestro. Margie esperaba que no supiera ensamblarlo de nuevo, pero sí sabía y, al cabo de una hora, allí estaba de nuevo, grande, negro y feo, con una enorme pantalla en donde se mostraban las lecciones y aparecían las preguntas. Eso no era tan malo. Lo que más odiaba Margie era la ranura por donde debía insertar las tareas y las pruebas. Siempre tenía que redactarlas en un código que le hicieron aprender a los seis años, y el maestro automático calculaba la calificación en un santiamén.
El inspector sonrió al terminar y acarició la cabeza de Margie.
-No es culpa de la niña, señora Jones -le dijo a la madre-. Creo que el sector de geografía estaba demasiado acelerado. A veces ocurre. Lo he sintonizado en un nivel adecuado para los diez años de edad. Pero el patrón general de progresos es muy satisfactorio. -Y acarició de nuevo la cabeza de Margie.
Margie estaba desilusionada. Había abrigado la esperanza de que se llevaran al maestro. Una vez, se llevaron el maestro de Tommy durante todo un mes porque el sector de historia se había borrado por completo.
Así que le dijo a Tommy:
-¿Quién querría escribir sobre la escuela?
Tommy la miró con aire de superioridad.
-Porque no es una escuela como la nuestra, tontuela. Es una escuela como la de hace cientos de años -y añadió altivo, pronunciando la palabra muy lentamente-: siglos.
Margie se sintió dolida.
-Bueno, yo no sé qué escuela tenían hace tanto tiempo -Leyó el libro por encima del hombro de Tommy y añadió-: De cualquier modo, tenían maestro.
-Claro que tenían maestro, pero no era un maestro normal. Era un hombre.
-¿Un hombre? ¿Cómo puede un hombre ser maestro?
-Él les explicaba las cosas a los chicos, les daba tareas y les hacía preguntas.
-Un hombre no es lo bastante listo.
-Claro que sí. Mi padre sabe tanto como mi maestro.
-No es posible. Un hombre no puede saber tanto como un maestro.
-Te apuesto a que sabe casi lo mismo.
Margie no estaba dispuesta a discutir sobre eso.
-Yo no querría que un hombre extraño viniera a casa a enseñarme.
Tommy soltó una carcajada.
-Qué ignorante eres, Margie. Los maestros no vivían en la casa. Tenían un edificio especial y todos los chicos iban allí.
-¿Y todos aprendían lo mismo?
-Claro, siempre que tuvieran la misma edad.
-Pero mi madre dice que a un maestro hay que sintonizarlo para adaptarlo a la edad de cada niño al que enseña y que cada chico debe recibir una enseñanza distinta.
-Pues antes no era así. Si no te gusta, no tienes por qué leer el libro.
-No he dicho que no me gustara -se apresuró a decir Margie.
Quería leer todo eso de las extrañas escuelas. Aún no habían terminado cuando la madre de Margie llamó:
-¡Margie! ¡Escuela!
Margie alzó la vista.
-Todavía no, mamá.
-iAhora! -chilló la señora Jones-. Y también debe de ser la hora de Tommy.
-¿Puedo seguir leyendo el libro contigo después de la escuela? -le preguntó Margie a Tommy.
-Tal vez -dijo él con petulancia, y se alejó silbando, con el libro viejo y polvoriento debajo del brazo.
Margie entró en el aula. Estaba al lado del dormitorio, y el maestro automático se hallaba encendido ya y esperando. Siempre se encendía a la misma hora todos los días, excepto sábados y domingos, porque su madre decía que las niñas aprendían mejor si estudiaban con un horario regular.
La pantalla estaba iluminada.
-La lección de aritmética de hoy -habló el maestro- se refiere a la suma de quebrados propios. Por favor, inserta la tarea de ayer en la ranura adecuada.
Margie obedeció, con un suspiro. Estaba pensando en las viejas escuelas que había cuando el abuelo del abuelo era un chiquillo. Asistían todos los chicos del vecindario, se reían y gritaban en el patio, se sentaban juntos en el aula, regresaban a casa juntos al final del día. Aprendían las mismas cosas, así que podían ayudarse a hacer los deberes y hablar de ellos. Y los maestros eran personas…
La pantalla del maestro automático centelleó.
-Cuando sumamos las fracciones ½ y ¼…
Margie pensaba que los niños debían de adorar la escuela en los viejos tiempos. Pensaba en cuánto se divertían.


Cuentos completos I, trad. Carlos Gardini, Barcelona, Ediciones B, 2005, págs. 163-166.







Paginas consultadas
 


20 de Noviembre - Día de la Soberanía Nacional

martes, 14 de noviembre de 2017

Conferencia Voces en el Fénix

Con motivo de la presentación del próximo número de la revista Voces en el Fénix, Universidades: nunca son demasiadas, se realizará una conferencia el próximo Viernes 17 de Noviembre de 2017 - 18 Horas - en el SUM - 1º Piso (edificio principal) de la Facultad de Económicas de la UBA




Frases


lunes, 13 de noviembre de 2017

Telxínoe: Isaac Asimov (1920 - 1992)

El escritor Isaac Asimov (Petrovichi, Smoliensk, 1920 - Nueva York, 1992) fue un escritor estadounidense de origen ruso que destacó especialmente en el género de la ciencia-ficción y la divulgación cientítica.


Fue un escritor prolífico (más de quinientos títulos publicados) y gran divulgador, la obra futurista de Asimov ha gozado de gran popularidad por el sabio equilibro que consigue entre el estilo, la imaginación literaria y el mundo tecnológico y científico. En 1939 empezó a publicar cuentos de ciencia ficción en las revistas especializadas, imponiéndose en pocos años como el principal representante de la rama "tecnológica" de este género, en la que la visión del mundo futuro y de nuevas formas de organización social se basa siempre en premisas de carácter científico (aunque más o menos futuristas) y los avances tecnológicos correspondientes.

Dos cuentos breves de Isaac Asimov



Factor Clave

Jack Weaver salió desde las entrañas de Multivac cansado y malhumorado.

-¿Nada? -le preguntó Todd Nemerson desde el taburete donde mantenía su guardia permanente.

-Nada -contestó Weaver- Nada, nada, nada. Nadie puede descubrir qué pasa.

-Excepto que no funciona, querrás decir.

-Tú no eres de gran ayuda, ahí sentado.

-Estoy pensando.

-¡Pensando!

Weaver entreabrió una comisura de la boca, mostrando un colmillo. Nemerson se removió con impaciencia en el taburete.

-¿Por qué no? Hay seis equipos de técnicos en informática merodeando por los corredores de Multivac.

-No han obtenido ningún resultado en tres días. ¿No puedes dedicar una persona a pensar?

-No es cuestión de pensar. Tenemos que buscar. Hay un relé atascado en alguna parte.

-No es tan simple, Jack.

-¿Quién dice que sea simple? ¿Sabes cuántos millones de relés hay aquí?

-Eso no importa. Si sólo fuera un relé, Multivac tendría circuitos alternativos, dispositivos para localizar el fallo y capacidad para reparar o sustituir la pieza defectuosa. El problema es que Multivac no sólo no responde a la pregunta original, sino que se niega a decirnos cuál es el problema. Y entre tanto cundirá el pánico en todas las ciudades si no hacemos algo. La economía mundial depende de Multivac, y todo el mundo lo sabe.

-Yo también lo sé. ¿Pero qué se puede hacer?

-Te lo he dicho. Pensar. Sin duda hemos pasado algo por alto. Mira, Jack, durante cien años los genios de la informática se han dedicado a hacer de Multivac una entidad cada vez más compleja. Ahora puede hacer de todo, incluso hablar y escuchar. Es casi tan complejo como el cerebro humano. No entendemos el cerebro humano, ¿cómo vamos a entender a Multivac?

-Oh, cállate. Sólo te queda decir que Multivac es humano.

-¿Por qué no? -Nemerson se sumió en sus reflexiones- Ahora que lo dices, ¿por qué no? ¿Podríamos asegurar si Multivac ha atravesado la fina línea divisoria en que dejó de ser una máquina para comenzar a ser humano? ¿Existe esa línea divisoria? Si el cerebro humano es apenas más complejo que Multivac y no paramos de hacer a Multivac cada vez más complejo, ¿no hay un punto donde…?

Dejó la frase en el aire. Weaver se puso nervioso.

-¿Adónde quieres llegar? Supongamos que Multivac sea humano. ¿De qué nos serviría eso para averiguar por qué no funciona?

-Por una razón humana, quizá. Supongamos que te preguntaran a ti el precio más probable del trigo en el próximo verano y no contestaras. ¿Por qué no contestarías?

-Porque no lo sé. Pero Multivac lo sabría. Le hemos dado todos los factores. Puede analizar los futuros del clima, de la política y de la economía. Sabemos que puede. Lo ha hecho antes.

-De acuerdo. Supongamos que yo te hiciera la pregunta y que tú conocieras la respuesta, pero no me contestaras. ¿Por qué?

-Porque tendría un tumor cerebral- rezongó Weaver- Porque habría perdido el conocimiento. Porque estaría borracho. ¡Demonios, porque mi maquinaria no funciona! Eso es lo que tratamos de averiguar en Multivac. Estamos buscando el lugar donde su maquinaria está estropeada, buscamos el factor clave.

-Pero no lo has encontrado -Nemerson se levantó del taburete.

-¿Por qué no me haces la pregunta en que se atascó Multivac?

-¿Cómo? ¿Quieres que te pase la cinta?

-Vamos, Jack. Hazme la pregunta con toda la charla previa que le das a Multivac. Porque le hablas, ¿no?

-Tengo que hacerlo. Es terapia.

Nemerson asintió con la cabeza.

-Sí, de eso se trata, de terapia. Ésa es la versión oficial. Hablamos con él para fingir que es un ser humano, con el objeto de no volvernos neuróticos por tener una máquina que sabe mucho más que nosotros. Convertimos a un espantoso monstruo de metal en una imagen paternal y protectora.

-Si quieres decirlo así…

-Bien, está mal y lo sabes. Una computadora tan compleja como Multivac debe hablar y escuchar para ser eficaz. No basta con insertarle y sacarle puntitos codificados. En un cierto nivel de complejidad, Multivac debe parecer humano, porque, por Dios, es que es humano. Vamos, Jack, hazme la pregunta. Quiero ver cómo reacciono.

Jack Weaver se sonrojó.

-Esto es una tontería.

-Vamos, hazlo.

Weaver estaba tan deprimido y desesperado que accedió. A regañadientes, fingió que insertaba el programa en Multivac y le habló del modo habitual. Comentó los datos más recientes sobre los disturbios rurales, habló de la nueva ecuación que describía las contorsiones de las corrientes de aire, sermoneó respecto a la constante solar.
Al principio lo hacía de un modo rígido, pero pronto el hábito se impuso y habló con mayor soltura, y cuando terminó de introducir el programa casi cortó el contacto oprimiendo un interruptor en la cintura de Todd Nemerson.

-Ya está. Desarrolla eso y danos la respuesta sin demora.

Por un instante, Jack Weaver se quedó allí como si sintiera una vez más la excitación de activar la máquina más gigantesca y majestuosa jamás ensamblada por la mente y las manos del hombre. Luego, regresó a la realidad y masculló:

-Bien, se acabó el juego.

-Al menos ahora sé por qué yo no respondería -dijo Nemerson- así que vamos a probarlo con Multivac. Lo despejaremos; haremos que los investigadores le quiten las zarpas de encima. Meteremos el programa, pero déjame hablar a mí. Sólo una vez.

Weaver se encogió de hombros y se volvió hacia la pared de control de Multivac, cubierta de cuadrantes y de luces fijas. Lo despejó poco a poco. Uno a uno ordenó a los equipos de técnicos que se fueran.

Luego, inhaló profundamente y comenzó a cargar el programa en Multivac. Era la duodécima vez que lo hacía.

En alguna parte lejana, algún periodista comentaría que lo estaban intentando de nuevo. En todo el mundo, la humanidad dependiente de Multivac contendría colectivamente el aliento.

Nemerson hablaba mientras Weaver cargaba los datos en silencio. Hablaba con soltura, tratando de recordar qué había dicho Weaver, pero esperando el momento de añadir el factor clave.

Weaver terminó, y Nemerson dijo, con un punto de tensión en la voz:

-Bien, Multivac. Desarrolla eso y danos la respuesta. -Hizo una pausa y añadió el factor clave-: Por favor.

Y por todo Multivac las válvulas y los relés se pusieron a trabajar con alegría. A fin de cuentas, una máquina tiene sentimientos…, cuando ha dejado ya de ser una máquina.




Cómo Ocurrió

Mi hermano empezó a dictar en su mejor estilo oratorio, ése que hace que las tribus se queden aleladas ante sus palabras.
—En el principio —dijo—, exactamente hace quince mil doscientos millones de años, hubo una gran explosión, y el universo...
Pero yo había dejado de escribir.
—¿Hace quince mil doscientos millones de años? —pregunté, incrédulo.
—Exactamente —dijo—. Estoy inspirado.
—No pongo en duda tu inspiración —aseguré. (Era mejor que no lo hiciera. Él es tres años más joven que yo, pero jamás he intentado poner en duda su inspiración. Nadie más lo hace tampoco, o de otro modo las cosas se ponen feas.)—. Pero, ¿vas a contar la historia de la Creación a lo largo de un periodo de más de quince mil millones de años?
—Tengo que hacerlo. Ése es el tiempo que llevo. Lo tengo todo aquí dentro —dijo, palmeándose la frente—, y procede de la más alta autoridad.
Para entonces yo había dejado el estilo sobre la mesa.
—¿Sabes cuál es el precio del papiro?— dije.
—¿Qué?
Puede que esté inspirado, pero he notado con frecuencia que su inspiración no incluye asuntos tan sórdidos como el precio del papiro.
—Supongamos que describes un millón de años de acontecimientos en cada rollo de papiro. Eso significa que vas a tener que llenar quince mil rollos. Tendrás que hablar mucho para llenarlos, y sabes que empiezas a tartamudear al poco rato. Yo tendré que escribir lo bastante como para llenarlos, y los dedos se me acabaran cayendo. Además, aunque podamos comprar todo ese papiro, y tu tengas la voz y la fuerza suficientes, ¿quién va a copiarlo? Hemos de tener garantizados un centenar de ejemplares antes de poder publicarlo, y en esas condiciones, ¿cómo vamos a obtener derechos de autor?
Mi hermano pensó durante un rato. Luego dijo:
—¿Crees que deberíamos acortarlo un poco?
—Mucho —puntualicé, si esperas llegar al gran público.
—¿Qué te parecen cien años?
—¿Qué te parecen seis días?
—No puedes comprimir la Creación en sólo seis días —dijo, horrorizado.
—Ése es todo el papiro de que dispongo —le aseguré—. Bien, ¿qué dices?
—Oh, está bien —concedió, y empezó a dictar de nuevo—. En el principio...
—¿De veras han de ser solo seis días, Aaron?
— Seis días, Moisés —dije firmemente.


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